Mientras el imperialismo siguió existiendo pese a que se negaba su existencia, el populismo, concebio en atención a sus rasgos estructurales, falleció hace largas décadas y cualquier intento de resucitarlo no puede sino recrear un fantasma.
Su imposible resurección se explica por varias razones: Por la desaparición de uno de los polos clasistas que le sirvió de sustento, la burguesía nacional; por la fragmentación y atomización de su antagonista, la clase obrera, antaño organizada constitución de los regímenes populistas en los años de la posguerra.
Un lugar común de toda esta teorizacion sobre el "giro de izquierda" es la distinción entre una "izquierda seria y racional" y la otra, despreciativamente calificada según los diversos autores como "radical", "demagógica" o "populista".
La primera incluye como ejemplos paradigmágticos los casos de la Concertación chilena y el gobierno de Lula en Brasil, si bien hay otros en la región que también encuadrarse en este modelo, como el del Frente amplio de Uruguay y Alan García en Perú. Ejemplos de la seguna serían Cuba y Venezuela, a los que se sumaron Bolivia y Ecuador.
Pero la confusión es la nota predominante en estas diversas interpretaciones sobre la reorientación de la política latinoamericana. Sería preciso disponer de una concepción sumamente dúctil de las ideologías para poder considerar a gobiernos que logran semejantes hazañas como de "izquierda".
Ser de izquierda, dice Bobbio, es plantear la radical inadmisibilidad-ética, política y social- de la desigualdad. En consecuencia, una izquierda genuina solo puede ser aquella que, sobre la base de un diagnóstico certero respecto de los "origenes de la desigualdad de los hombres" - parafraseando el conocimiento título del "Segundo Discurso" de Rousseau-, proponga una solución radical para poner fin a la injusticia inherente e insanable de la sociedad capitalista.
Una política de izquierda se mide por lo que un gobierno hace y no por sus gestos y discursos. De ahí que debamos tomar con pinzas el tan pregonado "giro de izquierda" de América Latina.
¿qué ocurrio en nuestros países? Ha sido el fracaso económico y político del neoliberalismo: si antes se ganaban elecciones haciendo flamear sus banderas hoy se puede triunfar a partir de una crítica a las políticas inspiradas en el Concenso de Washington.
Las causas de este descrédito son concretas y profundas: el neoliberalismo no cumplió con sus promesas de recuperar altas tasas de crecimiento económico, residir la riqueza y mejorar la inserción de nuestros países en la economía mundial, desminuyendo su tradicional vulnerabilidad externa.
Su origen se encuentra en los debates políticos de la Rusia Zaristra. En 1894 Lenin escribió su obra "¿Quiénes son los amigos del pueblo y cómo combaten a la socialdemocracia?"
De este lado del atlántico, hacia finales del siglo XIX el término populismo se había convertido en parte del léxico usual y corriente en la política norteamericana, referido a los intereses de las capas populares del agro crecientemente desplazadas por el impetuoso avance del gran capital.
Apelaron a ese término para caracterizar a un conjunto de regímenes y movimientos políticos surgidos en el marco de la crisis de dominación oligárquica y signados por la impetuosa irrupción de las masas en la vida política de algunos países de America Latina, principalmente Argentina, Brasil y México, pero también en algunos otros de la región aunque con características más atenuadas.
Segun los autores, el popuilismo combinaba un ascenso de la lucha y, en algunos casos, de la organización de las masas populares, de una parte, con, de otra, un liderazgo carismático y una relación directa entre el líder y su base plebeya que ponía en cuestión no solo la dominación oligárquica sino también la lógica de la democracia representativa.
Otros al referirse al populismo apuntaban a un momento especial en la historia de nuestras sociedades en donde las nuevas clases populares emergentes, aliadas a sectores subordinados dentro del bloque dominante y a ciertas categorías sociales como las fuerzas armadas o la burocracia, rompían el equilibrio tradicional del Estado oligárquico e inaguraban una nueva fase en el desarrollo de la sociedad.
Se insiste en lo de "doble empate social" porque, contrariamente a las opiniones más difundidas, no se trató solo de uno sino de dos: por una parte, un empate entre las nuevas masas populares y los sectores hegemónicos de la coalición
Por otra parte, un empate entre el bloque populista y los tradicionales detentadores del poder político, económico y social, subsumidos en aras de la brevedad bajo el nombre de "oligarquía".
Doble empate, por ende, porque, de un lado, los nuevos sectores obreros no pudieron sobreponerse a la "dirección burguesa" en el seno del movimiento y del Estado populista y, de otro, esta coalición fue incapaz de quebar la espina dorsal del ancien régime mediante una reforma agraria que debilitara irreversiblemente el poderío de los dueños de la tierra.
Extinguidas las burguesías nacionales, fragmentadas y atomizadas las clases populares que protagonizaron las grandes jornadas del populismo y agotada la etapa de los "capitalismos nacionales", el populismo pasó a ocupar un lugar en el museo de las sociedades latinoamericanas.