Muchas veces no vemos los resultados anhelados y desfallecemos, dudamos, nos sentimos inútiles en las manos de Dios. Cuando esto sucede debemos recordar las promesas de Dios, entendiendo que estamos siendo formados para mostrar su gloria.
35 Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.36 Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. 37 Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. 38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies. Mateo 9:35-38 (RVR1960)
El ministerio de Jesús fue un ministerio que se desarrolló de manera exógena. Creemos que el fruto está en cantidades o números (amontonar, acumular) pero nuestra tarea va mas allá: ser formados y formar, cumpliendo el plan de Dios.
“Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas” V36
Jesús enseñaba, predicaba y sanaba, se ocupaba integralmente. La compasión lleva implícita amor y pasión, pero debemos comprender que esta debe mover nuestra voluntad. Es necesario que no vivamos más como "desamparadas y dispersos" como ovejas sin pastor.
El Señor nos hace ver que en muchos momentos el anhelo es grande, la promesa también, el fruto es visible a la fe, pero a veces son muy pocos los que asumen el verdadero compromiso de ser transformados y transformadores.
“Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” V38
Las responsabilidades que recibimos de parte del Señor no son casualidad, hemos sido llamados a cumplir con gozo los propósitos de Dios en nosotros y a través nuestro.
Como herederos de un legado debemos ampliar nuestra visión y seguir cumpliéndole a Dios. El modelo de Dios no es concentrarse en un lugar ni amontonarse, sino extenderse y ampliarse. Dios nos ha prometido una descendencia como las estrellas del cielo y la arena del mar.