El problema más grande que afrontamos la mayoría de cristianos es vivir una vida de altibajos, experimentar tiempos de gozo y victoria, pero luego, ante las presiones diarias o inesperadas, caemos en culpas, sentimientos de fracaso, ganas de dejarlo todo, y así; vivimos un “sube y baja” espiritual.
Desde el momento en que recibimos a Cristo, somos declarados hijos del Rey de reyes y Señor de señores (Hijos de Rey), por lo cual estamos destinados a vivir una vida de altura.
«Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» 1 Pedro 2:9
Cristo murió en la cruz para darnos una vida nueva; nos ha hecho nuevas criaturas.Así mismo, llegamos a ser herederos del Padre y coherederos con el Hijo. Cuando entendemos esta revelación de lo que ahora “somos” en Cristo, desaparecen complejos de inferioridad, inadecuación y aumenta nuestra valía.
Si somos “nueva creación en Cristo”, si nos consideramos llamados, apartados, escogidos, partícipes del linaje de Abraham, y de todas las promesas, ¿por qué todavía seguimos arrastrando las herencias de maldición, las costumbres y los pensamientos de Egipto?.
Somos hijos de Rey sin embargo estamos viviendo como esclavos. Pablo nos exhorta en Gálatas 4:1: “Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo”.
«Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas, Jehová solo le guió, y con él no hubo dios extraño. Lo hizo subir sobre las alturas de la tierra, y comió los frutos del campo, e hizo que chupase miel de la peña, y aceite del duro pedernal» Deuteronomio 32:11-13
En nuestra vida, a veces Dios permite situaciones que nos llenan de temor, inseguridad y aflicción. Es su método para desafiarnos a salir de nuestra vida cómoda, y comprobar cuán alto podemos llegar con Él.
Hemos sido diseñados por Dios para vivir en las alturas espirituales. No nos conformemos con menos. Dios está entrenándonos para reinar, pero de nosotros depende el tomar o no la bendición que ha puesto delante de nosotros. Nuestro compromiso comienza cuando rendimos totalmente nuestra vida a Dios, dejando que Cristo reine soberanamente en todas las áreas de nuestra vida.