La evangelización en la Nueva España, fue un proceso que implicó mediante la enseñanza de la religión católica en los territorios de la Nueva España, la transmisión de la cultura occidental.
El proyecto evangelizador agustiniano destacó la integridad del indígena en un humanismo cristiano donde la educación de la persona iba de la mano con la formación cristiana.
La rama femenina de la orden se instaló en Veracruz primero, pero en 1601 recibió la licencia del obispo don Diego Romano para fundar una casa y beaterio de mujeres en la ciudad de Puebla, la cual se transformó en convento el 6 de junio de 1603, el primero de esa orden en América.
Un pequeño grupo de dominicos arribó a la Nueva España en 1526 al puerto de Veracruz con los tres padres fundadores: Fray Domingo de Betanzos, Fray Gonzalo Lucero y Fray Vicente de las Casas.
En 1532 Fray Domingo de Betanzos solicitó la autorización de Roma para la creación de la Provincia de Santiago de México que se obtuvo dos años después. Asimismo hacia 1592 se dio la fundación de otra provincia en la región de Oaxaca con el nombre de San Hipólito.
La labor de los frailes franciscanos estuvo enfocada a coadyuvar en los procesos de culturización de la población indígena basada en una estructura educativa de doble vía: la enseñanza religiosa -catecismo- y la escolarización -estudio de gramática y lengua-.
La orden de San Ignacio pronto se reconoció como la primera dedicada a la enseñanza. Poco tiempo después de su llegada a la Nueva España comenzaron a levantar un edificio para enseñar las clases de letras, de filosofía y teología y en 1586 fundaron el Colegio de San Gregorio, un establecimiento para niños indígenas.