Las apariciones de María empezaron en los años 40 después de Cristo, probablemente antes de que falleciera, ante el Apóstol Santiago en Saragoza, España. Ella se les ha aparecido a otros en intervalos irregulares a través de los dos mil años desde el nacimiento de Jesús.
Las características de sus apariciones se han mantenido de manera consistente. Ella usualmente en un globo de una Purísima luz blanca, vestida con una túnica larga y la cabeza cubierta con una variedad de colores dependiendo del tipo de mensaje que vaya a dar. Sus pies están usualmente rodeados por una nube o niebla y ocasionalmente se la ve llevando a su hijo en los brazos.