Anota en tu cuaderno un momento oscuro de tu vida, en el que te hayas alejado de la casa de tu Padre Celestial y te sentiste lejos de la presencia de Dios.
Reflexiona en esta experiencia sabiendo que eres hijo de Dios. Por favor no expliques ni abundes en la experiencia dolorosa, sino en como ella ha marcado tu experiencia de hijo de Dios…
Entonces, reflexionando, dijo: «¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra mientras que yo aquí me muero de hambre! Me pondré en camino, volveré a casa de mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
Comienza un proceso instintivo a través de la culpa. Hoy no hay espacio para la culpa. La culpa como aguijón agrega otro malestar al de la escasez buscando revertir el proceso.
Para muchos los problemas y los sufrimientos son un castigo de Dios. Sin embargo, si yo sé y he experimentado que Dios me ama, y Él no se contradice, ¿puedo creer que Él me quiere castigar?
Con mi participación. Dejándome amar profundamente por Dios, tanto que pueda yo confiar plenamente en que Él busca mi bien y su gozo está en que yo pueda estar en su presencia.
“El amor es paciente, es bondadoso. El amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante. No se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido. El amor no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”. 1ª. Corintios 13: 1-8
¿Soy paciente? ¿Soy bondadoso? ¿Tengo envidia? ¿Me creo más que los demás? ¿Me gusta llamar la atención? ¿Me comporto indecorosamente? ¿Busco mi interés?
¿Me irrito? ¿Tomo en cuenta el mal recibido? ¿Me alegro de la injusticia? ¿Me alegro con la verdad? ¿Todo lo perdono? ¿Todo lo creo? ¿Todo lo espero? ¿Todo lo soporto?
Experimentas el perdón de Dios luego de sentir verdadero dolor en el corazón por tus pecados, arrepentirte en verdad y tener el deseo firme de no volver a pecar.
Y entonces ves la presencia amorosísima de Dios que te dice: ven hijo(a), te quiero hacer como te pensé desde el principio, te quiero volver a capacitar para que puedas hacer realidad el plan de amor que tengo para ti.
Es importante tener esa experiencia maravillosa de la presencia continua de Jesús en nuestra vida. Saber que nada ni nadie nos puede separar de su amor. Y todos los días aceptar a Jesús como nuestro Salvador y Señor.