El que cree en esperanza contra esperanza se sobrepone a su razón, a las circunstancias adversas, al paso del tiempo, etc., y desecha la lógica; arde el deseo de recibir lo que anhela.
La fe de un hijo en lugar de debilitarse, se fortalece cuando ve los tropiezos, sabe que son oportunidades; confía en que su Padre abre puertas hasta llevarle a ver cumplidas todas sus promesas. (Isaías 45:2-3).
La duda es un escepticismo voluntario, es incertidumbre e indecisión. La fe se fortalece en un proceso crítico, con contrariedades que llevan al crecimiento.
La bendición total es el resultado del que practica una vida de fe, trae una experiencia de bienestar y nos volvemos fructíferos y productivos. El que pierde la fe murmura, se queja y reniega, cuando encuentra adversidad. Se llena de reclamos hacia Dios, exigiéndole bendiciones. El que vive la paternidad sabe que Papá Dios le lleva de la mano, le sustenta, que le conducirá al cumplimiento de la promesa.