Se cuenta la historia de un joven emperador de la antigua China, llamado Xiaong Ze, que se vio en la necesidad de invadir unas islas enemigas. Ante la sospecha de que quizá sus hombres rehuyesen el combate, ordenó desembarcar a todas las tropas y, una vez en tierra, ordenó quemar los juncos en los que habían llegado. El único modo de volver a sus hogares sería pues ganar la guerra y volver en los barcos del ejército enemigo. Lo cierto es que el propio emperador entendía que si no había alternativa, incluso para él, el camino sólo podía ser ganar o morir.

Resulta que nos acaban de devaluar el arma que mejor dominábamos, el dibujo. Ahora decimos los que estamos en BIM que el CAD es "sólo dibujo".

Antes de proseguir, habrá que recordar que como especie llevamos "sólo dibujando" al menos los últimos cuarenta mil años. Y el dibujo no sólo ha sido representación, ha constituido hasta la fecha el mejor arma de pensamiento visual, el modo de comunicar a los demás la concreción de una idea, darle forma y transmitirla. Esta herramienta la hemos perfeccionado hasta llevarla a unas cotas de excepción.

Siendo sincero, creo que cuando lo que hoy llamamos BIM se comenzó a gestar, nadie pensaba más allá de mejorar de nuevo la herramienta de trabajo. Con las nuevas técnicas representativas siempre han surgido nuevas tecnologías que las acompañan, el dedo, la pluma, el rotring, el cad... Pero quizá por serendipia ahora estamos dando un paso un poco mayor en la transición del CAD al BIM. Pero es importante no olvidar cómo hemos llegado hasta aquí, a través de una larga y productiva historia, y cómo debemos aprender de nuevo a pensar mediante el modelo digital.

Porque pensando en los modelos, ni siquiera nos los deberíamos apropiar como algo nuevo, ni siquiera tridimensional, o cuadradimensional, o sean las que sean las dimensiones a las que lleguemos. Los modelos existen también desde que existen nuestras manos y la capacidad de dominar la materia. Y como tales también han sido nuestros los compañeros de nuestros pensamientos cuando la realidad se tornaba excesivamente compleja para comprenderla.

El gran paso viene cuando hemos entendido que al representar mediante un modelo digital, además lo podemos utilizar para depositar en él información sin necesidad de vertebrarla de un modo determinado. La colocamos ahí, nada más, expectante, en espera de que alguien sepa qué necesita saber y lo venga a buscar.

Pero el problema viene también en que aun no sabemos muy bien cómo hacerlo. Tenemos por supuesto conocimientos de construcción, de obra, de arquitectura, de gestión,… pero como realidades separadas. Y ahora queremos en un breve plazo de tiempo crear la metodología que los aglutina.

Cuando se formaba a una nueva generación que se incorpora a nuestro sector, la receta parecía más que contrastada. Hasta ahora nos estábamos limitando a transmitir, casi como una tradición, lo que nos habían contado hasta la fecha, con una ligera puesta al día, y poco más. Pero resulta que nos han quemado los juncos, y nos están obligando a ir hacia lo desconocido. Además cuando el cambio de método no afecta sólo a los que llegan, sino casi en mayor medida a los que ya estaban, tenemos que buscar el modo de poner en valor todo lo que aportan, a menudo a costa de la mayor resistencia al cambio.

El camino que tenemos que recorrer es casi igual de ignoto para nuestros discípulos que para nosotros. Llevamos cierta ventaja, no mucha, y por eso nos han dado los galones, pero tampoco sabemos lo que nos vamos a encontrar mucho más allá de la esquina. Además nos juntamos con una sociedad digital donde encontrar información es sencillo, pero encontrar formación excepcionalmente difícil.

Es comunmente aceptado en el sector que la evolución propia de la metodología BIM acabará por convertir el modelo en un fin en si mismo, además obviamente de repositorio de información del edificio al que represente. Nos acabaremos librando de la necesidad de “documentar” los proyectos de los edificios en las fases que atañen a su construcción y gestión, pero ¿queremos renunciar a la dimensión semiótica de los proyectos? Es más, ¿tenemos que proyectar los edificios sólo pensando en su construcción y gestión?

La arquitectura se crea con el pensamiento, y después se racionaliza para poder ser construida. Tenemos que hacer nuestras las nuevas tecnologías a la hora de pensar y representar. No nos deben ser algo ajeno, y hacer que nos acompañen en el proceso de creación parece una estrategia inteligente. Por supuesto que podemos (y debemos) seguir pintarrajeando una servilleta para buscar la forma, pero podemos (y debemos) poder verificar su idoneidad con una simulación energética o un cálculo económico. Y es ahí, en el punto de encuentro, donde debemos empezar a buscar la unión de las dos metodologías.

El diseño paramétrico, la investigación de la forma mediante la formulación matemática y la programación informática no debería tampoco incomodarnos. Las matemáticas son inherentes a la arquitectura y han estado presentes siempre en la búsqueda de la forma arquitectónica. No es menos matemático el Panteón de Roma o los juegos geométricos de la arquitectura andalusí que el diseño computacional con la que trabajamos hoy en día.

Las universidades tienen que dar el primer paso, no el último. No pueden ser consecuencia sino causa. Las nuevas generaciones que instruimos tienen que aprender el nuevo idioma como algo natural, y lo peor es que para ello nos toca aprenderlo a nosotros al mismo tiempo. Y sabemos que los cambios en las instituciones suelen ser lentos. Los centros formativos privados, más ágiles por obligación, porque dependen de ello para crecer y mejorar, están actuando como motor de impulso, pero con la limitación propia a la que obliga el depender del resultado inmediato en la subsistencia a corto plazo, y como consecuencia la tentación del camino fácil antes que el correcto.